Resumen:
Esta monografía destaca la relevancia crucial de la estabilidad emocional en el proceso
educativo de los niños. Históricamente, la escuela se percibía principalmente como una
institución para impartir conocimientos, descuidando la comprensión de que el estado
emocional es un pilar fundamental para el desarrollo de competencias necesarias en la
construcción de la autonomía del estudiante. El rol del docente emerge como un factor vital al
abordar las necesidades emocionales del niño, facilitando la regulación e integración de sus
emociones para su adecuada adaptación en la construcción de interacciones sociales dentro del
entorno educativo. Paralelamente, los padres se erigen como el epicentro en esta formación, ya
que el ambiente familiar actúa como un espacio fundamental donde el niño adquiere actitudes,
hábitos y conocimientos empíricos, los cuales se refuerzan y complementan en el entorno de la
Institución Educativa. Esta integración entre el ámbito familiar y la dinámica escolar es crucial
para garantizar un desarrollo emocional equilibrado en el niño, permitiéndole no solo adquirir
conocimientos, sino también habilidades socioemocionales fundamentales para su
desenvolvimiento integral.